Pedro Miguel Lamet, en:
Revista 21, febrero de 2015, p. 53.
Cuando
estoy solo es cuando estoy más acompañado. En el barullo de la vida cotidiana
es fácil narcotizarnos. Rodeados de la gente nos dormimos y drogamos nuestra auténtica
naturaleza, obsesionados con el papel que representamos en la vida, la careta
del hombre o la mujer que creemos ser. Solo puedes volver con la gente cuando
descubres quién eres realmente.
Pues
no somos el centro, ni tan importantes como creemos desde el yo. Nuestra vida
es un parpadeo del Universo. Un parpadeo único, irrepetible y cósmico en miles
de años y espacios, pero solo un parpadeo.
Cuando
desaparece ese personaje, ese ego mental que creo ser, despierto.
Escribe
Willigis Jäger: “Una vez más se me ha
permitido y se me sigue permitiendo experimentar que mi vida no representa otra
cosa que un simple golpe de mar en ese acontecimiento cósmico, y que lo que soy
verdaderamente retornará sin tiempo y sin forma a la infinitud de la que nació mi
yoidad”.
La
salvación pues está en callar el run-run de la mente que da importancia
excesiva a lo temporal, crea el sufrimiento y el miedo a la muerte. En esa zona
de nuestra verdadera naturaleza percibo que todo esto que me preocupa es una
película que pasa y que lo importante es la luz que está detrás del proyector y
no pasa.
Tú
perteneces ya a esa luz.
Cierra
los ojos y sumérgete en el instante presente. Conectas con tu realidad sin
tiempo. Te das cuenta de que eres uno con el cosmos y que todos los seres son
pedazos de ti mismo. Que la muerte no es muerte, es una transición de forma, un
beso con que te besa Dios al retornar a tu ser. Pero no es necesario morir para
sentirse besado.
No
eres el papel que representas, como diría Calderón en El gran teatro del mundo. Ni el ciudadano envuelto en las
circunstancias fáciles o difíciles, de éxito o de fracaso que te rodean. Ya
aquí y ahora somos “ciudadanos del cielo”
(Filp 3,20).
Es
un error convertir la santidad en otra forma de protagonismo para alimentar el
ego.
Perderse
es encontrarse. Entonces te percibes uva de racimo, gota entre millones de
gotas de mar, chispa de una sola luz. Y cambia tu ser y tu compromiso con el
mundo. Como certeramente encesta el mejor baloncestista, da en la diana el
arquero, crea el músico, cuando no es él, sino la naturaleza, el Ser, a través
de él. El Uno es mi olvidado apellido de familia.
Claro, pensaba yo un día...si soy un actor con múltiples papeles entre actores con distintos papeles, hay una función digna de vivirse? y recordé al lúcido Calderón:
ResponderEliminarSueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.