... ideas extraídas de diferentes libros...
La meditación es realmente
muy sencilla. Nosotros la complicamos. Tejemos alrededor de ella una telaraña
de ideas -de lo que es y de lo que no es. Por ser tan sencilla es por lo
que nos evade, porque nuestras mentes son tan complicadas e insensibles por el
paso del tiempo.
Pero la meditación surge
natural, mientras se camina por la arena de la playa, o cuando se mira a
través de la ventana, o mientras uno ve las colinas quemadas por el sol del
reciente verano.
Si caminamos
solos en medio de la montaña o en el bosque, en esa soledad sabemos lo que es
la meditación. El éxtasis de la soledad surge cuando uno no tiene miedo de
estar solo – cuando no se pertenece a las cosas del mundo o se está apegado a
cosa alguna.
Entonces, al
igual que esa alborada que surgió esta mañana, el silencio surgirá también
serenamente y dejará una estela dorada a su paso, la cual existía al principio,
existe ahora y existirá siempre.
Es de enorme
importancia conocer y comprender la profundidad y la belleza de la meditación.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre siempre se ha planteado la pregunta de si
existe algo más allá del pensamiento, más allá de las invenciones románticas y
más allá del tiempo.
Siempre se ha
preguntado, ¿existe algo más allá de todo este sufrimiento, más allá de
todo este caos, más allá de las guerras, de la constante lucha entre los seres
humanos? ¿Existe algo que sea inmutable, sagrado, absolutamente puro, no
contaminado por ningún pensamiento ni por ninguna experiencia? Desde los
tiempos antiguos, éste ha sido el interrogante de todas las personas serias.
Para descubrirlo, para dar con eso, es imprescindible la
meditación, pero no la meditación repetitiva que no tiene
ningún sentido. Cuando la mente está libre de todo conflicto, de cualquier afán
del pensamiento, entonces existe una energía creativa que es verdaderamente
religiosa. Dar con esa energía que no tiene principio ni fin es la verdadera
profundidad y belleza de la meditación lo cual requiere libertad de
todo condicionamiento.
Así que hay un
origen, una “base” inicial desde la cual surgen todas las cosas, y esa “base”
inicial no es la palabra; la palabra nunca es la cosa. La
meditación consiste en dar con esa “base” que es el origen de todas las cosas
y que está libre de todo tiempo. Éste es el camino de la meditación, y
bienaventurado es el que lo descubre.
Las necesidades
básicas para descubrir aquello que está más allá de la medida del pensamiento,
para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres:
1) se debe
producir un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente;
2) ésta debe ser
capaz de percibir con lógica y orden;
3) finalmente,
la mente debe estar disciplinada en alto grado.
Una mente que ve
las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales,
ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa,
ordenada. Sólo una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente.
Es preciso estar
atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a
las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades
ideológicas y a su irrealidad. Uno ha de observar "lo que es" sin
condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.
La meditación es
la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del
orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es
represión ni imitación ni control. Una mente así, se halla, entonces, en un
estado de meditación.
Meditar implica
ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo
involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la
cosa observada. Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el
objeto, cuando no hay agrado ni desagrado sino tan sólo atención completa,
entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación completa
con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.
Es sólo la mente
inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar
atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la
inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la
inatención, ya está atenta —no hay que hacer nada más.
La meditación es
algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata
de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo
que adviene natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una
recta conducta. Sin tales bases, la meditación se vuelve meramente un escape,
una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad, esta misma
manera de asentar las bases, es la meditación.
Los meditadores
profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos
atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que
tiramos de él hacia atrás tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve
a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa
interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera tan
completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado
el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario:
no habremos alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La
concentración es una forma de resistencia que consiste en reducir el
pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para
concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su
sensibilidad, y se vuelve incapaz de captar el campo total de la vida.
El principio de
la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de
todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la
conciencia, no sólo las superficiales sino las ocultas, las actividades
profundas. Para ello, la mente consciente debe estar serena, calma, a fin de
recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr
tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades,
observándolas, dándose cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de
todas sus actividades, mediante esa comprensión se queda en silencio
espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando
la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones
de recibir lo eterno.
Entre dos
pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso
del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo,
no es de tiempo, y el descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación
del mismo, te libera del condicionamiento.
La meditación no
es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué
es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo
medio escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes
emociones. Mas el vigilar todos los momentos del día, ver cómo opera vuestro
pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las
ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el
tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a
nadie para que os diga qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo
descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé.
Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el
primer paso, ese es el último. No hay otro paso.
El percibir
sin el yo, en la meditación, es entrar en comunión con lo inmenso. En la
percepción de la meditación no existe objeto alguno y por lo tanto no hay experiencia.
La meditación puede suceder, incluso cuando uno tiene los ojos abiertos y está
rodeado de objetos, pero uno los ve sin que exista el proceso de
reconocimiento.
En esa
meditación se activa un gran éxtasis que brinda al cerebro y al corazón la cualidad
de la inocencia y ella abre la puerta a lo inconmensurable.
“El principio de la meditación es el
conocimiento de sí mismo. Cuando las actividades del yo han cesado, sólo
entonces hay silencio. Ese silencio es la verdadera meditación y, en ese
silencio, lo eterno se manifiesta”.
“En primer lugar, la mente debe estar callada,
prestando la máxima atención, pero sin calificar, comparar ni desear nada. Ese
estado de atención en el que el “yo” se encuentra totalmente ausente, es
meditación."
“La meditación implica atención, cuidado,
atenta observación de todo pensamiento, acción o cosa, sin calificar, aceptar o
rechazar, ya que todo ello es obra del pensamiento, del tiempo y del pasado."
" Krishnamurti
introdujo a los niños en el conocimiento propio y en la meditación. Al final de
una charla dijo: “Ante todo permanezcan así sentados en completa quietud,
cómodamente, muy serenos, relajados; les mostraré: Ahora, miren los árboles,
las colinas, la sombra de esas colinas, mírenlas, miren la cualidad de su
color, obsérvenlas. No me escuchen a mí. Observen y vean esos árboles. No los
miren con la mente, sino con los ojos. Después de haber mirado todos los
colores, la forma del suelo, de las colinas, de las rocas, la sombra que
proyectan, trasládense entonces de lo externo a lo interno y cierren los ojos,
cierren los ojos completamente. Han terminado de mirar las cosas exteriores y
ahora, con los ojos cerrados, pueden mirar lo que ocurre dentro. Observen lo
que ocurre dentro de ustedes, no piensen, sólo observen, no muevan los globos
oculares, manténgalos muy, muy quietos, porque ahora no hay nada que ver con
ellos, ustedes han visto las cosas que les rodean, ahora están viendo lo que
ocurre dentro de la mente, y para ver lo que ocurre dentro de la mente deben
estar muy quietos en lo interno. Y cuando hacen esto, ¿saben lo que les sucede?
Se vuelven muy sensibles, muy atentos a las cosas externas e internas. Entonces
descubren que lo externo es lo interno, descubren que el observador es lo
observado”.
"La
meditación implica vaciar de su contenido a la conciencia. Sólo entonces pueden
la mente y el cerebro estar absolutamente quietos. Esa quietud absoluta es
indispensable para observar. (…) La meditación implica la calidad de una mente
por completo silenciosa, no silenciada."
"La
meditación es el sentido de la completa comprensión de la totalidad de la vida.
Es el silencio absoluto de la mente. Sólo en ese silencio total se encuentra la
Verdad."
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