Alex Rovira
Si algún
elemento da
belleza y sentido a la vida, ese es, sin duda, la ternura. La ternura es la
expresión más serena, bella y firme del amor. Es el respeto, el reconocimiento
y el cariño expresado en la caricia, en el detalle sutil, en el regalo
inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo entregado y sincero. Gracias
a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del
respeto, de la consideración y del verdadero amor. Sin ternura es difícil que
prospere la relación de pareja. Pero además es gracias a la ternura que
nuestros hijos reciben también un sostén emocional fundamental para su
desarrollo como futuras personas.
La doctora Elisabeth Kübler-Ross, que
acompañó a miles de enfermos terminales en su camino hacia la muerte y dio
testimonio de sus experiencias en una serie de libros, cuenta que los recuerdos
que más nos acompañan en los últimos instantes de nuestra vida no tienen que
ver con momentos de triunfo o de éxito, sino con experiencias donde lo que
acontece es un encuentro profundo con un ser amado, un momento de intimidad
cargado de significado: palabras de gratitud, caricias, miradas, un adiós, un
reencuentro, un gracias, un perdón, un te quiero. Son esos instantes los que al
parecer quedan grabados en la memoria gracias a la luz de la ternura que
revela la excelencia del ser humano a través del cuidado y el afecto.
Decía Oscar Wilde que en el arte como
en el amor es la ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la
misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así
es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz,
porque se muestra sin barreras, sin miedo. Es más, no sólo la ternura puede
leerse como un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y
reforzar el vínculo de una relación. La ternura hace fuerte el amor y enciende
la chispa de la alegría en la adversidad. Gracias a ella, toda relación deviene
más profunda y duradera porque su expresión no es más que un síntoma del deseo
de que el otro esté bien.
La ternura implica, por tanto,
confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más
paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en
pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de
interés por el otro, sin contrapartidas.
La ternura expresa, además, la
calidad de una relación. Sexo con ternura es expresión del amor; sin ternura,
una relación basada en la sexualidad está condenada a la ruptura. Porque
aunque pueda haber intensidad sensorial en el intercambio físico, sin ternura
se produce una relación que se encierra en la búsqueda del propio placer y
hace del otro un objeto de satisfacción y nada más. El ensayista francés Joseph
Joubert decía que la ternura es el reposo de la pasión. En efecto, la pasión
del enamoramiento es efímera y deja paso con el tiempo a una relación más
reposada donde se instala la ternura. Sin ella, la relación de pareja está
condenada al fracaso porque su ausencia genera aburrimiento, rutina, apatía,
distancia y egoísmo.
Piero Ferrucci, en su libro El
poder de la bondad, relata los resultados de un estudio en el que se
interrogó a 10.000 hombres sobre su salud, hábitos y circunstancias. Según este
estudio, el indicador más fiable de una angina de pecho era la respuesta a la
pregunta: ¿le demuestra su esposa que le ama? Un sí por respuesta se
relacionaba estadísticamente con el no haber sufrido una angina de pecho,
mientras que quienes respondían no,
habían tenido esta dolencia cardiaca en un porcentaje muy superior a
la media.
La ternura encuentra también un
espacio para desarrollar su extraordinario valor en los momentos difíciles.
Expresar el afecto, saber escuchar, hacerse cargo de los problemas del otro,
comprender, acariciar, cultivar el detalle, acompañar, estar física y anímicamente
en el momento adecuado..., son actos de entrega cargados de significado. Y es
que en el amor no hay nada pequeño. Esperar las grandes ocasiones para expresar
la ternura nos lleva a perder las mejores oportunidades que nos brinda lo
cotidiano para hacer saber al ser amado cuán importante es para nosotros su
existencia, su presencia, su compañía.
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