EL
INTERRUPTOR
Vitoria-Gasteiz, 2012
Cuando
la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una
razones para reír.
2
de febrero 2012. Ane echó un último vistazo a su examen mientras el profesor
advertía del final del tiempo y pedía a los alumnos que por favor entregaran los
ejercicios. Estaba acalorada por el esfuerzo, pero también por la inmensa
alegría de haber terminado. Aquel era su último examen de la carrera de
medicina y en ese instante en su cabeza se agolpaban momentos de angustia, de
renuncia, de nervios, pero también de retos, de logros, de superación, de
satisfacción. Según bajaba las escaleras
de la facultad y dejaba atrás tantos años de dura rutina, sus sentimientos se
mezclaban y peleaban por salir. Tenía
ganas de llorar, de reír, de correr, de gritar a los cuatro vientos su
felicidad, necesitaba salir a bailar con sus amigos, leer alguna de esas
novelas de las que oía hablar, ir al cine, tomar el sol, degustar un café en
una terraza ojeando un periódico… retomar todos aquellos pequeños placeres para
los que en los últimos tiempos no había habido demasiado sitio y que en el
fondo tanto necesitaba.
Estaba
entusiasmada con la posibilidad de poder empezar su residencia en el hospital
de Txagorritxu pero al mismo tiempo terriblemente asustada por el baño de
realidad que eso suponía. Sabía que no iba a ser fácil, que los fallos ya no
supondrían suspensos sino vidas y ello la asustaba a la vez que la motivaba. ¿Estaría
a la altura? ¿Sabría enfrentarse a los enfermos como esperaba? Quería ser un médico cercano, que pudiera
dedicar tiempo a sus pacientes, que pudiera ver más allá de los síntomas
físicos y entenderlos. Le horrorizaba la idea de ser un dispensador de recetas
aliviador de males, agobiada por los tiempos, las burocracias y los recortes,
pero sabía por otros colegas que el sistema fagocitaba a los ilusos en el corto
plazo… Estaba tan segura de la enorme influencia que en la curación tenía la
actitud del paciente ante la enfermedad que su mayor ambición era ver como
adaptar su filosofía al mundo real.
Llegó
a su piso de estudiantes de la calle Txirula y llamó a Paula, Arantza y Deiane
para salir esa noche. Tenía mucho que
celebrar y ninguna compañía sería mejor que sus amigas de toda la vida. Las
conservaba desde el colegio y realmente eran un punto de apoyo inmenso para sus
alegrías y para sus penas.
-
¿A
las 9 en el Rojo?
-
¡Genial!
¡Allí nos vemos!
Tras
una noche de risas, cervezas, pintxos y bailes locos en la Sanpru, durmió
profundamente hasta que el timbre penetrante del portero automático se
introdujo en el conducto auditivo de Ane y martilleó su lóbulo temporal hasta
que tomó conciencia de que tenía que levantarse a abrir.
-
¿Siiií?
- Acertó a decir por el telefonillo con voz cavernosa
-
¡Cartero¡
Paquete certificado para Ane Larra
¿Un
paquete certificado? En ese momento de espesura posfaseREMprofunda no acertaba a adivinar qué podía ser… No
recordaba haber pedido nada en los outlets de Internet que a veces frecuentaba,
ni esperaba nada de nadie… La curiosidad se apoderó de Ane mientras se acercaba
el ascensor. El cartero le acercó un
formulario para firmar y le entregó un pequeño paquete rectangular. Ane se estaba despejando a una velocidad
superior a la normal dada la incertidumbre, lo que le hizo retirar con avidez
el envoltorio del misterioso envío. Abrió
una pequeña caja de cartón tipo ferretería de toda la vida y se encontró con un
extraño y sorprendente regalo: un interruptor.
¿Qué era aquello? ¿Para qué le envía alguien un interruptor eléctrico? Y
lo más misterioso ¿Quién? ¿Sería una broma? Pero así en frío no tenía demasiada
gracia… No entendía nada. Además del interruptor, el paquete contenía un
pequeño libro.
La
curiosidad se había apoderado de cada célula de su cuerpo. Dejó el regalo en la mesa de la habitación y
fue a tomar una ducha y un buen desayuno con sus también recién levantadas compañeras
de piso Miren y Sara, cuya apertura de ojos denotaba que estaban esperando con
avidez noticias sobre el extraño envío.
Pasó el resto de la mañana en casa, alternando la lectura del libro con
viajes astrales imaginando quién podría haberle hecho llegar aquello. No comió
demasiado, deseosa de retomar la lectura de nuevo.
El
libro era de Víktor Frankl, un famoso psiquiatra vienés fundador de la
logoterapia y superviviente de los campos de concentración de Autzwich y
Dachau, y la verdad, era bastante impactante. Trataba sobre la experiencia de
su autor en los campos de concentración y de cómo cada día, a pesar de la
absoluta falta de libertad en que vivía, tenía que enfrentarse a tomar
decisiones para salvar su vida a pesar de que las posibilidades de sobrevivir
eran ínfimas. En un entorno hostil, desprovisto de todo cuanto da sentido a la
dignidad humana, solo le quedaba elegir una determinada actitud personal ante
esas circunstancias que le hiciera elevarse sobre su aparente nefasto
destino. El libro contaba también que,
una vez superada esa dolorosa etapa y establecido como psiquiatra, solía
preguntar a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos: - “¿y porqué no se suicida usted?” - La crudeza de la cuestión impresionó
a Ane, pero el psiquiatra utilizaba las respuestas para extraer las claves para
la terapia a llevar a cabo: unos hijos, una esposa, un proyecto inacabado, una
habilidad sin explotar… y buscando el sentido de vida de cada uno dirigía a sus
pacientes hacia las palabras de Nietzsche: "Quien tiene un porqué para vivir,
encontrará casi siempre el cómo". Y Viktor Flankl había sido capaz de
encontrar un porqué para vivir en un campo de concentración, después de que sus
padres, su hermano e incluso su esposa no sobrevivieran al holocausto… había
sido capaz de elegir La Actitud con mayúsculas.
Actitud.
Palabra mágica. Ane se preguntaba muchas veces dónde estaba la clave para hacer
que las personas realmente tomaran conciencia de la importancia que tenía en
sus vidas. Había oído en tantas
ocasiones a las personas decir que eran así y que no podían ser de otra manera,
y lo decían además con un convencimiento tan intenso que intentarles convencer
de lo contrario no parecía una buena opción. La verdad es que, en cierto modo, sentía
impotencia ante ese determinismo que llevaba a muchas personas a un inmovilismo
y pasividad tales que les impedía abrir la mente ante nuevas formas de tomarse
la vida y, al mismo tiempo, les llevaba a esperar que otros se encargaran de
manejar su vida. Tenía conocimientos de
genética, sabía que cada uno trae una maleta de ADN con genes concretos que
pueden hacer que tu vida sea de una determinada manera, que padezcas unas
enfermedades y no otras, e incluso que tengas tendencia a tomarte la vida con
más o menos alegría. Pero también sabía que el ambiente en el que vivas, tus
hábitos y tu forma de pensar pueden hacer que dos personas con el mismo ADN
lleguen a ser muy diferentes. ¿Por qué ciertas
personas tienen una facilidad extrema para ver el lado positivo de las cosas,
asumen las adversidades y salen fortalecidos, y otras se hunden ante la primera
contrariedad de la mañana?
Terminó
el libro a media tarde, y mientras en su cabeza bullían pensamientos sobre su
regalo del día, sobre ADN, actitud y contrariedades Ane se plantó sus mallas,
sus zapatillas de correr y su iPod y salió a correr. Unos débiles copos de nieve empezaban a caer,
pero pensó que le vendría bien despejarse un poco después del día tan extraño
que había tenido, y no retrocedió. A medida que pasaban los minutos, los copos
fueron creciendo en volumen y cantidad y lo iban cubriendo todo. Ya había entrado en calor y el trote le
estaba resultando muy gratificante… Adele, Anastasia, Rihana, se iban
sucediendo en sus oídos y ya tenía nieve hasta en sus cejas, pero cada vez
estaba más a gusto. La mayoría de los
viandantes la miraban con cara de extrañeza por correr con semejante
climatología, pero realmente una actividad puede resultar placentera o una
verdadera tortura según como se tome.
Lo
mismo que la Vida, siguió pensando mientras corría. A veces puede no ser fácil
encontrar un porqué único y quizás debamos empezar por pararnos. Pararnos y ser
conscientes de la belleza que nos rodea y de todo lo que la Vida puede
ofrecernos en cada instante: la luz del sol, ver nevar desde la ventana del
salón - o sumergirse bajos sus copos -, el
contacto con tus seres queridos, esa canción que te mueve por dentro, o aquella
que te empuja a levantarte de la silla y bailar, el contacto de tu cara con la
almohada al final de un duro día de trabajo, … para Ane la lista de pequeños
porqués podía ser inmensa, pero también era consciente de que en determinadas
circunstancias las personas podemos dejar de ver el color de la vida y pasar a
blanco y negro, o aun peor a negro total. En cualquier caso, tenía claro que
las circunstancias no eran el problema, sino la manera de enfrentarse a ellas.
Sobre todo porque las primeras a veces no pueden cambiarse, pero la actitud
ante ellas sí. El libro que había leído
ese día era un claro ejemplo. Ya lo decía la madre de Forrest Gump: “la vida es
como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”, y realmente aunque
hay “bombones” que no pueden evitarse, sí podemos actuar en el modo de reaccionar
ante lo que nos toca, a pesar de que no fuera una afirmación demasiado bien
recogida por todo el mundo:
-
¡no
es tan fácil!
-
¡tú
dirás cómo se hace eso en mis circunstancias!
-
Claro
a ti te va bien, así es fácil pensar eso...
-
…
En
ese momento, a la vez que un intenso frío en sus orejas por la marcha bajo la
nieve, sintió un chispazo en su cabeza.
¡El interruptor! ¿Qué pintaba allí? ¿Era una metáfora de algo? ¿Le
estaba tratando alguien de decir que las personas tenemos una especie de interruptor
interno que nos despierta a la vida, que nos enciende la alegría, nos motiva, nos
llena de pasión y de ilusión por vivir cualesquiera que sean las circunstancias
o bombones? Realmente sería estupendo
que apretando una tecla se pusiera en funcionamiento la maquinaria del
optimismo, que hiciera a sus pacientes tener esa actitud vital tan gozosa y a
la vez importante para su recuperación, pero ahora mismo no tenía ni idea de
cómo encontrar y pulsar ese interruptor que pudiera abrir las compuertas de la
ilusión, del entusiasmo… ingredientes que sazonan nuestra vida y sin los cuales
el avance se vuelve lento y aburrido, o peor aún inexistente.
Unos
pueden encontrar esa ilusión en un trabajo apasionante como estaba segura que iba
a ser su caso, pero también sabía que no era lo más habitual entre la
población. Muchas veces se encuentran ilusiones transitorias, como unos hijos pequeños
a los que cuidar, alimentar, educar y llegar a convertir en personas
independientes; determinadas aficiones, un deporte, tocar un instrumento o la
lectura de un buen libro, una charla con amigos, un paseo por la naturaleza… Pero
había algo más, algo más profundo que es lo que en realidad hace que puedas
disfrutar de todas esas cosas. De hecho
hay personas que parecen disfrutar de todo cuanto hacen, y convertir la
sencillez de sus vidas en perfección, y otras en cambio parecen amargadas desde
que se levantan hasta que se acuestan les pase lo que les pase… ¿Dónde estaba
la clave?
No
tenía ni idea. Realmente, echaba de
menos entre todas las asignaturas que había cursado en la carrera el Manual de Encendido de Interruptor, por
llamarlo de alguna manera. La medicina avanzaba de manera vertiginosa, eran
capaces de hacer multitransplantes, operaciones increíbles y la tecnología
diagnóstica les procuraba toda una batería de pruebas por las que eran capaces
de ver qué fallaba en la fisiología humana cada vez con más precisión. Pero
realmente, tenía que reconocer que no tenía ni idea de “encender interruptores”.
Muchas veces lo había comentado con
amigos estudiantes de psicología… algunos la miraban raro, otros se enfrascaban
en teorías psicoanalíticas freudianas, pero muchos pensaban lo mismo: cada uno
tiene la opción de escoger entre vivir anclado en la queja, el derrotismo y la
amargura, o encender su botón de ilusión, entusiasmo y pasión por vivir, pero no
parece algo que pueda encenderse desde fuera fácilmente. Todos estos
pensamientos estaban haciendo que no fuera consciente de lo entumecido que
empezaba a estar su cuerpo por la gélida carrera, pero estaba realmente a gusto
con su conversación privada, así que decidió seguir un rato más.
Se
acordó de una persona que les impresionaba de manera especial en estas charlas
estudiantiles: Nick Vujicic, australiano que nació sin piernas ni brazos y capaz
de llevar una vida no “normal”, sino más completa de lo que mucha gente puede
llegar a llevar. Si un hombre que sin
extremidades puede nadar, levantarse del suelo una y cien veces y dar
conferencias de motivación y superación en institutos, está claro que ha
encontrado su interruptor, lo mismo que lo encontró Viktor Frankl en Autzwich,
o lo mismo que miles de personas anónimas lo encuentran cada día y se enfrentan
a enfermedades, despidos, apuros económicos, accidentes, mutilaciones,
pérdidas, abandonos y un sinfín de razones para llorar, pero de las que saben
sobreponerse, e incluso convertirlas en
un trampolín hacia un estatus de desarrollo personal superior.
Tras
una hora de trote bajo la nieve, Ane llegó a casa con sus endorfinas
disparadas. Se dio una ducha,
deleitándose con el agua caliente resbalando por su cuerpo enrojecido por el
frío. Se puso su pijama más calentito y se dirigió a la nevera a mirar
posibilidades para su cena. Se le hacía
la boca agua pensando en una y jugosa tortilla de patata con hilitos de alegría
riojana y una cerveza bien fresquita, así que se puso a pelar las patatas. Puso
aceite a calentar y tras echar las patatas en la sartén se dio cuenta de que
había un sobre a su atención encima de la mesa. No
daba crédito, ¿otra sorpresa en el mismo día?
Lo abrió con ansia y vio que se trataba de un CD. Lo introdujo en su portátil y puso en marcha
el video que contenía mientras terminaba su tortilla. Era una especie de
cortometraje-anuncio de jamón york, titulado los 4 sentidos. Estaba expectante
ante la historia que se le presentaba: los hijos de un matrimonio ciego deciden
regalar a sus padres para su 25 aniversario una celebración de los sentidos, en
su caso de los cuatro sentidos. Los
despiertan con la Orquesta Filarmónica Internacional , los llevan a
oler las fragancias de su infancia y juventud, a tocar las caras de sus
familiares y amigos del pueblo que hace un montón de años dejaron atrás, y a
degustar un menú en el restaurante de Martín Berasategui. En resumen, a
disfrutar del oído, del olfato, del tacto y del gusto. La verdad es que no pudo
evitar que se le pusiera un nudo en la garganta y que las lágrimas rodaran por
su todavía sonrosada cara. Ver las caras
de los padres ante la sorpresa de sus hijos, su capacidad de disfrutar de los
sentidos que tienen, la música de fondo…
El corto da una verdadera lección de vida y el hijo lo expresa al final
del mismo con una frase clave: “ellos nos enseñaron desde el primer día que hay
dos maneras de tomarse la vida, puedes vivir lamentándote de todo lo que te
falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio, o aprovechar al máximo
lo que si tienes”. Está claro, todos los
sabemos… ¿pero por qué tomamos entonces tantas veces la otra opción, la del
lamento, la queja y la frustración?
El
video era muy emotivo. Realmente es curioso cómo a veces las personas con
circunstancias más adversas son las que mejor aprenden a valorar las cosas
buenas que tienen y a darse cuenta de que las dificultades de la vida son
oportunidades para crecer como persona. ¿Quién
estaba enviando todo aquello? La verdad es que estaba empezando a sentir una
imperiosa necesidad de conocerlo, estaba segura que tenía muchas de las claves
que ella estaba buscando.
Los
envíos se fueron sucediendo en los días siguientes, y a pesar de que el abanico
de mensajes era de un surtido sumamente variado y diverso, todo parecía
llevarle hacia el mismo sitio. De cada
lectura, vídeo o mensaje que Ane recibía había un aprendizaje, había un
capítulo más para su particular Manual de
Encendido de Interruptor. Cada uno
de aquellos mensajes era como un nuevo impulso, una nueva etapa de un proceso
que no sabía muy bien hacia dónde le llevaba, pero no tenía vuelta a atrás y la
hacía sentirse más viva que nunca.
Cualquier
cosa que hacía, leía o veía parecía llevarle a las mismas conclusiones. Parecía
que el Universo se hubiera puesto de acuerdo en enseñarle la lección que estaba
buscando. De hecho, uno de los mensajes que recibió de su misterioso proveedor
parecía decírselo “si uno persigue sus sueños, se coloca en un camino hecho a
medida para que pueda llevar a cabo aquello que siempre quiso hacer. A partir
de ahí, comienza a encontrarse con gente que forma parte de este sueño y se le
abren todas las puertas”. Palabras de Joseph Campbell que parecían decirle que
estaba en el camino que tenía que estar.
Aquellas
noches dormía como no recordaba haber dormido hacía mucho tiempo. A pesar de los extraños acontecimientos que
le venían ocurriendo en las últimas semanas, y que hacían bullir su cabeza
durante algunas horas con los mensajes que recibía a través de los envíos,
también tenía que reconocer que le estaban ayudando a parar, a mirar en su
interior, a conocerse, a encontrarse, y a darse cuenta de que realmente la vida
no es lo que te pasa, sino cómo te tomas lo que te pasa en cada instante. Permaneció
unos minutos en su cama concentrada en la tranquila y profunda entrada de aire
en sus pulmones. Lo retuvo durante unos instantes a la vez que dejaba que cada
músculo de su cuerpo se reblandeciera y destensara. Dejó salir el aire
lentamente y repitió varias veces el ejercicio. Cada vez se vinculaba más
profundamente con su respiración hasta que sintió que ya no observaba su manera
de respirar sino que se había vuelto parte de ese movimiento. Fueron unos leves instantes, pero esa
sensación de desaparecer le pareció increíble. A pesar de que en condiciones
normales le hubiera supuesto volverse a dormir, en aquel instante se sintió más
despierta que nunca.
Esa
mañana había quedado con Isabel para ir de compras y luego comerían algo en el
Tha-than. Después de una ducha rápida y
un desayuno lento, se preparó para salir.
Con Isabel estaba a gusto porque se entendían hasta sin hablar, era de
esas personas que emitían en la misma frecuencia y con ella no hacían falta
demasiado explicaciones porque sabían mutuamente como llegar a la otra. Desde
luego, para ella era importante rodearse de personas así, personas que te
quieren, que dan sin esperar nada a cambio, y que en consecuencia sacan lo
mejor de ti. Tenía bastante claro que la vida era demasiado corta como para
desperdiciarla con quejicas compulsivos y amargadillos varios, así que, cuando
podía elegir, procuraba compañías que le cargaban las pilas energéticas y no lo
contrario.
Puso
a Isabel al día de los últimos mensajes y de su esperanza en poder sentarse un
día frente al emisario de aquellos mensajes. Tras la comida volvieron a casa
disfrutando de un silencioso y agradable paseo por un soleado Paseo de la Senda.
Le contó su experiencia matinal con la respiración, aunque no estaba totalmente
segura de que en esto le hubiera entendido. La verdad es que era comprensible,
no encontraba las palabras adecuadas para explicarlo, los adjetivos que
actualmente utilizaba no encajaban del todo con la experiencia vivida.
Cuando
abrió la puerta de casa, Miren la miró con cara de póker en el recibidor.
-
Tienes
visita, - murmuró -. Está en el salón…
-
¿Quién?,-
preguntó Ane extrañada
-
¡Vas
a flipar!
-
¡Ya
vale! ¡Dime quién!, - suplicó Ane a Miren expectante
-
¡El
Gonzalito!
¡No
se lo podía creer! El Gonzalito era el
apodo de uno de los profesores de la Facultad. La
verdad es que su grado de asombro en ese momento era tan elevado que estaba a
punto del colapso. Notaba el calor en su cara, el incremento de su ritmo
cardiaco y de su transpiración… ¿Qué
hacía en su casa? ¿Qué iba a decirle?
Era con diferencia su profesor favorito y mientras se acercaba al salón
diferentes escenarios se movían por su cabeza, aunque ninguno parecía tener
demasiado sentido.
Se
saludaron educadamente y él la felicitó por su graduación.
-
¿Dónde
te parece que podemos hablar tranquilos?, - le preguntó con tono amable.
-
En
esta misma calle hay un café muy agradable, - le sugirió. La idea de que sus
compañeros de piso estuvieran escuchando todavía no sabía qué, no le pareció
demasiado atractiva.
-
De
acuerdo, - concluyó.
Se
acercaron al local, pidieron un par de cafés y se sentaron en una de las mesas
más tranquilas del café.
-
¿Eres
tú quien me ha estado enviando los mensajes verdad?
-
Si…
- El profesor asintió con una sonrisa
-
¿Porqué,
para qué?
- Ane,
eres muy joven, y es muy raro encontrar que una persona tan joven se haga las
preguntas que tú te has venido haciendo y no quería desaprovechar tu interés. Yo era consciente en mis clases de que
querías ir más allá de la medicina que enseñamos ahora en las facultades
occidentales, sabía por tus preguntas en el aula y en por nuestras pequeñas
charlas en las tutorías que te dabas cuenta de que el cuerpo nos habla a través
de las enfermedades y que además de intentar curarlas los médicos podríamos tratar
de ayudar al paciente a escucharse. Pero
no es lo habitual, Ane. – Hizo una pausa dando un sorbo a su café -. Nuestra
cultura es diferente, en la mayoría de foros no interesa profundizar en
cuestiones que puedan parecer místicas o fuera de lo que tomamos como ciencia,
y son rechazadas. Esto no es nuevo,
viene de muy atrás. Piensa que en el año
535 a .c.
Heráclito afirmaba que todo es cambiante, que estamos en un proceso de flujo
constante, de cambio continuo, igual que un río, por lo que el camino a la
verdad no puede ser uno. Al mismo tiempo Parménides decía lo contrario, que el
mundo es estático, que lo que ES ES y que no hay cambios ni devenir. Y esto mismo se encargaron de defender
Platón, Aristóteles, Sócrates y otros muchos filósofos hasta nuestros días.
Solo Nietzsche entendió como Heráclito que para entender a los seres humanos no
podemos concentrarnos solo en su ser, y fue tomado como un pensador sacrílego. ¿Te estoy aburriendo?
-
No,
por favor, ¡sigue!
-
Y
te preguntarás ¿Qué tiene que ver Heráclito con cómo tratamos las enfermedades?
Pensamos lo que pensamos y hacemos lo
que hacemos, debido a un montón de años de historia, decisiones, acciones de
mucha gente y no siempre es fácil cambiar muchos de los pensamientos e
interpretaciones actuales. Somos de una manera porque observamos y pensamos el
mundo de una determinada forma, y esa forma de observar-pensar el mundo puede
hacer que tomemos una determinada actitud ante las circunstancias que se nos
presentan cada día, y que actuemos de una forma o de otra diferente, lo que nos
hará devenir de manera también distinta.
¿Quiere decir esto que todo está
perdido? ¿Quiere decir que no hay forma de pulsar ese interruptor en las
personas que hace que entiendan que son ellas las que tienen la capacidad de
actuar, de tomar las riendas de su vida, de convertirse en lo que quieran y de
vivir con entusiasmo, ilusión y optimismo?
La respuesta, Ane, es que solo uno
mismo puede buscar ese botón en su interior y es voluntad de cada uno encenderlo
o mantenerlo apagado y seguir viviendo en blanco y negro. Sí es cierto que podemos intentar decirles de
una manera u otra que ese interruptor existe y que funciona, que tiene conexión
con nuestra manera de vivir, de igual manera que el que te envié enciende la
luz de tu salón si se conecta correctamente. Podemos transmitir mensajes
alentadores, podemos difundir que la vida merece la pena ser vivida, que todos
podemos llegar a tener una vida plena y que hay un montón de motivos para
seguir adelante. Pero tienes que estar
preparada para que solo te escuche una minoría puesto que son muchos siglos de
pensar diferente. La enfermedad en muchos casos puede ser el comienzo del
camino, el punto de partida del proceso de encendido de interruptor, pero no
siempre estamos atentos a las señales – apuró su café y se limpió la boca con
una servilleta -.
La sensación que tuviste al
respirar, esa sensación de fluir, de desaparecer, de fundirte con el universo y
olvidar que existes... es lo que se experimenta cuando conectas tu yo íntimo
con el Universo, y da igual que sea practicando yoga, tocando la batería, o
cruzando una piscina buceando… el sentimiento de fusión es el mismo. Cuando
consigues alejar de tu cabeza esos pensamientos circulares en los que muchas
veces nos enredamos, pensamientos que se alimentan del pasado, se magnifican y
se convierten en auténticas futuras películas dignas de tres Goyas y un Oscar, películas
- que además de en muchos casos hacernos daño - nos impiden vivir el presente,
cuando dejas de pensar, es cuando dejas de ser ola y te conviertes en mar.
Ane
perdió la noción del tiempo totalmente.
El último camarero barría la cafetería con la persiana medio bajada y
los miraba de reojo intentando que se dieran por aludidos. Abandonaron la cafetería y se despidieron con
la promesa de continuar la conversación.
Bibliografía
inspiradora:
Coelho,
P.
(2005) Joseph Campbell y el arte de vivir
Echeverría,
R.
(2008) Ontología del lenguaje. J.C.
Saez.
Jäger, W. (2002) La ola es el mar. Desclée de Brouwer
S.A.
Tolle, E. (2006) Un nuevo mundo, ahora. Grijalbo.
Zotz, V. (2006) Buda, maestro de vida. Ellago Ediciones.
Videos:
Video Nick
Vujicic
¿Vas a acabar siendo fuerte?
Campofrío-Mcann Ericsson- Brothers Films. (2010).
Los 4 sentidos. Ver en:
Me ha gustado mucho. Por supuesto que debes continuarlo. ¡Ánimo!
ResponderEliminarGracias Alicia... el escrito no sé si seguirá, pero el aprendizaje con Ramiro y con este estupendo grupo seguro que sí!!
EliminarAdelante!!! No nos dejes sin saber como se desenvuelve Ane en su profesión y en la vida.
ResponderEliminarLo pensaré Pili, gracias!!
Eliminar¡Sin palabras!. Estamos rodeados de información, ideas, conocimientos, infinidad de teorías ... pero que al final puede quedarse en un aglomerado de datos inconexos. Puede asemejarse a un conjunto de ingredientes culinarios dispersos sobre la mesa de preparación. Un relato como este, puede reunirlos en un delicioso y coherente guiso, que invada nuestros sentidos y a la vez nos permita rememorar el efecto que produjo en nuestro paladar de forma perdurable en el tiempo. Sería un regalo poder leer la continuación... ¿qué podría hacer Ane por los demás en su faceta de médico? ¿o quizás decida reorientar su futuro profesional?...
ResponderEliminarQuerido anónimo, tu comentario si que me ha dejado a mi sin palabras. Gracias por la receta!
EliminarEmma
Enhorabuena Emma!!! Me ha encantado!!!! Sigue escribiendo por favor. ¡Qué bien lo haces!
ResponderEliminarGracias Chus... No soy profesional pero lo hice con el corazón.
Eliminar¡Qué historia más bonita Emma!!!!! ¡¡Me encanta!! Keep writing more... PLEASE !!!
ResponderEliminarThanks Shona! Happy to hear it from you!!!!
EliminarInspirador y motivador. Emma gracias por este acto de generosidad al expresar con arte literario, una historia vital.¿hacia donde vamos? ¿que nos motiva a impulsar nuestros actos?, cada experiencia de cada día se convierte en una aventura si tenemos la mente abierta y somos capaces de apreciar lo mucho que nos da la vida. El título , magistral!!, "El interruptor" Ánimo con tu siguiente historia.
ResponderEliminarGracias Francisco, muy bonitas tus palabras!
EliminarGracias, Emma, me encanta tenerte como amiga, siempre aprendo mucho de ti y tus aportaciones son fundamentales. Un beso grande.
ResponderEliminarGracias a ti, amiga y compañera en este aprendizaje mutuo. Un abrazo enorme!
EliminarMaravilloso!!! Sin palabras!! La Magia de la Vida!
ResponderEliminarGracias...
Gracias a ti Jose Luis!
EliminarTe felicito enma. Entretenido, contundente y muy inspirador.
ResponderEliminarGracias Iñigo, era lo pretendido con lo que me alegra mucho oírlo. Un beso
EliminarMaravilloso relato...
ResponderEliminarMe gustaria estar en tu "intervalo". Un abrazo bella mujer
Gracias Mar... Y eso seguro. Un abrazote
EliminarAyer leí tu relato. Encontré respuestas a algunas preguntas que me llevo haciendo algún tiempo. Es cierto que ya me las habías adelantado y siempre te lo agradeceré pero hay algo más: encontrarlas en este envoltorio ha sido un regalazo que, si me das tu permiso, quiero compartir con otras personas. Si buenísimo es el contenido, buenísimo es el continente. Escribir con magia es un don que muy pocas personas poseen y quienes no lo tenemos necesitamos que nos lo presten. Enhorabuena y gracias otra vez. Un beso enorme.
ResponderEliminarMuchas gracias Fer, y leyendo tu precioso comentario cuesta trabajo creer que no tengas el don, la verdad. Compártelo, préstalo, regálalo...ya es de todos. Un abrazo Fer, y muchas gracias por tu comentario de verdad.
ResponderEliminarGracias Emma, yo ya lo he compartido con mis alumnas junto con un interruptor de regalo para cada una ja,ja,ja.... cuando les he dado el interruptor han alucinado, tenías que haberles visto la cara..... la verdad es que nos esta dando mucho juego, es una gran herramienta de trabajo para mi. Creo que a más de una le va a ayudar....., un abrazo hermanilla.
ResponderEliminarNuria Zapatero Elorrieta
Muy gráfica tu idea!!! Y no sabes lo que me alegra que a alguna le ayude! Muchas gracias a tí mi Nuri!!
EliminarEnhorabuena Emma. Acabo de leer tu relato y me ha parecido además de bonito, interesante y muy elaborado. Creo que puede ser muy útil para cualquiera que lo lea, sobre todo en estos tiempos que nos ponen muchas veces en situaciones limite.
ResponderEliminarTe animo a que sigas en ello. Adelante!!
Muchas gracias Iñigo, me alegran tus palabras. Un beso
EliminarQué sorpresa me he llevado al leer tu relato. No sabía que tenías esa capacidad de expresar. No sabía que escribías. Y te aseguro que lo que cuentas me pilla en un momento que me llega no sabes de qué modo. Así que te doy las gracias y te animo a que sigas escribiendo. Tienes una seguidora. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a tí Mari. Un fuerte abrazo y mucho ánimo, que eres una mujer valiente con el interruptor conectado!!
EliminarNos vemos un par de veces al año y virtualmente con más frecuencia. Resulta tremendamente agradable conocer esa faceta creativa de escribir y expresarlo tan bien, sobre una materia que cada día conocer mejor. Gracias por dejarnos disfrutar de tus ideas. El interruptor, que no todo el mundo acierta a encender e incluso no sabe que existe, es una de las cosas fundamentales que hay que descubrir en este "intervalo" entre el nacimiento y la muerte. Un beso
ResponderEliminarGracias a tí compañero de batalla!! Un fuerte abrazo y hasta pronto ;-)!!
EliminarFelicidades Emma por el escrito!!!! Muchas gracias por compartirlo y por tantas cosas, un placer amiga.
ResponderEliminarGracias a tí por todo lo que me enseñas!!
EliminarBueno Emma, como padre tuyo que soy juegan en mi otros sentimientos; mamá y yo siempre hemos creido en ti , por eso no nos sorprende demasiado tu escrito, sabemos de tu valía de lo que estamos muy orgullosos.Sabes mis orígenes y leyendo tu escrito pienso que en mi vida han habido muchos momentos en los que he tenido que encender el interruptor ,(ahora lo veo mas claro) pero ha merecido la pena ,la recompensa la tenemos con vosotros los CUATRO,de lo que presumimos en cada momento,un fuerte abrazo
ResponderEliminarY qué voy a decir yo como hija de los mejores padres del mundo!! Pues que GRACIAS por todo, yo también estoy orgullosa, un fuerte abrazo!
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