Tu
dolor, mi dolor… nuestro dolor
El EGO, como fuente de los males de la
humanidad. El EGO, como fuente de los desastres personales. Esa y no otra, es
la causa de todo el dolor que padece el mundo. Tu dolor, mi dolor… NUESTRO dolor.
A lo largo de toda la historia de la
humanidad, varias son las ideas comunes de muchas de las culturas, de las
filosofías, de muchas de las religiones…, TODOS
SOMOS UNO, todos somos lo mismo. Los átomos, juntos, forman la
materia. Las células, juntas, forman tejidos, órganos. Los órganos forman
sistemas, y un conjunto de sistemas forma lo que somos cada uno de nosotros: un
ser humano. Los seres humanos formamos familias, comunidades, pueblos,
ciudades, países… Unidos a otros animales y a la vida vegetal formamos
ecosistemas, y el conjunto de estos forman el planeta Tierra. Nuestro planeta,
junto a otros astros, forma el sistema solar, y cientos de miles de sistemas
solares forman nuestra galaxia… Así, hemos llegado hasta el Universo… Llegamos
a lo macroscópico, desde lo pequeño, lo microscópico, desde el mundo
subatómico. Y una vez hecho este ejercicio para ponernos en situación, podemos
ver todas aquellas realidades que formamos y que nos forman. Para que su
funcionamiento sea correcto, es necesario e imprescindible que desarrollen un
trabajo en equipo. Que juntos, trabajando en la misma dirección, permitan que
aquello que conforman tenga un desarrollo y funcionamiento óptimo. Si las
células que forman nuestros pulmones viviesen en una guerra constante en la que
defender sus intereses particulares, su propia identidad… nos veríamos abocados
a, quizás, padecer una enfermedad o un desequilibrio funcional, tal vez un
cáncer…
Creo que la reflexión anterior es
suficiente como para plantearse que algo no cuadra en el
funcionamiento actual de algunas cosas. Podríamos pensar
que las separaciones y los distintos intereses, las particularidades, etc.… son
aquellas que generan desequilibrios, algunos tan graves como para poner en
peligro hasta nuestra propia vida. Llegados a este punto, habremos entendido
que es el EGO, y no otro, el causante de esa separación.
¿Qué es el EGO sino una parte de nosotros que trata de apoderarse de todo
nuestro ser con el fin de llevar el control? El EGO fue una herramienta
necesaria e imprescindible en nuestro camino hacia la consciencia. Él nos
permitió ser conscientes de que existíamos, de que vivíamos. Pero una vez este
despertar se dio, el sentido y utilidad del EGO no debió seguir creciendo y
creciendo, no debimos permitirle que tomase el control de todo nuestro
ser. No reniego del EGO como parte de nosotros,
reniego de él como el motor y cerebro de todo nuestro ser. Como
el capitán del barco…
Hasta
aquí, una visión más o menos conceptual de este tema. A partir de ahora lo
trataré de una forma un tanto distinta:
El EGO es la parte de nosotros que,
entre otras cosas, nos permite diferenciarnos de lo que nos rodea, de los que
nos rodean. Nos hace, de alguna manera, que pensemos en el singular, en vez de
en el plural de la primera persona. Esto nos lleva a un eterno y
cansino YO, en vez de un NOSOTROS. Crea también el TÚ y ÉL. Por
lo tanto, esa separación, ya no solo con el resto de elementos que componen
nuestro universo, sino con el de nuestra propia especie, nuestra propia
comunidad, nuestra propia familia… nos hace comenzar a sentir una extraña
sensación interna: el MIEDO. Éste
nace al enfrentarnos a la posibilidad de que ese estatus de individualidad se
pierda y que dejemos de ser únicos. Hemos creído, falsamente, que
al desaparecer el YO, desaparecemos nosotros mismos. No se
trata de desaparecer, se trata de integrarnos. Como si de una gota de agua se
tratase, que regresa al inmenso océano; ésta no pierde su conciencia como gota,
lo que gana es su conciencia como océano. ¿Os suena la típica frase en día de
boda, “No pierdes a una hija, ganas un hijo?” Creo que describe perfectamente
la correcta actitud para afrontar esta situación.
En un ejercicio para evitar perder ese
YO, lo que hacemos es potenciarlo, reforzarlo. Hacerlo todavía más y más
grande, más y más fuerte. Y como no podía ser de otra forma, entonces el MIEDO se hace más y más grande, más y más
fuerte, más y más peligroso. No olvidemos que este miedo nace de perder, y
cuanto más grande e importante es lo que podemos perder, más y más grande es el
MIEDO. ¡Y con ese miedo nos lanzamos al mundo! Cualquier elemento que nos
rodee, ya sea persona, animal, situación, etc… es un potencial peligro para
nuestra integridad. Lo desconocido y no controlable es un temor todavía mayor
para nuestro EGO. Y comenzamos, por un lado, a tratar de tenerlo todo
controlado, y por otro, a tener una posición defensiva con relación a todo lo
que nos rodea. Siempre fue evidente que pensamos que una buena defensa empieza
con un gran ataque, y así nos fuimos haciendo,
¡cada vez más y más agresivos!
Es evidente que una parte de
nosotros lucha contra ese EGO, quiere confiar, quiere amar, quiere integrarse
con su entorno, pero la lucha es dura y el EGO es un combatiente
aguerrido que siente que tiene mucho que perder.
El MIEDO a que nos quiten, nos impide
dar. El MIEDO a que nos ataquen, nos hace defendernos. El MIEDO a que nos
asalten, nos lleva a levantar muros. El MIEDO a que no nos correspondan, nos
lleva a no amar. El MIEDO a que nos decepcionen, nos lleva a no confiar. El
MIEDO a no encontrar, nos lleva a no buscar. El MIEDO a padecer escasez, nos
lleva a ser avaricioso y acaparar recursos. El MIEDO a lo desconocido, nos
lleva a atacar al que nos trae conocimiento… El MIEDO, como semilla, fue plantado hace cientos de generaciones
en nuestros corazones, y si queremos sacarlo de ahí, debemos
apostar por reconocer al EGO como fuente del MIEDO, y al MIEDO como fuente
del MAL.
A pesar de que muchas corrientes
hablan de desintegrar al EGO, como medio para librarnos del miedo y del
sufrimiento que nos trae, yo apuesto por integrarlo a nuestro ser. Para ello,
basta con no darle la categoría de grandeza, y considerarlo como una de muchas
útiles herramientas que poseemos todos los seres para avanzar en nuestro
camino. Empecemos por poner al ego, al yo y al
miedo en minúsculas. Comencemos a escribir una nueva
literatura, con un NOSOTROS en mayúsculas.
Miedo
a la muerte, miedo al dolor, miedo a sufrir, miedo a ser abandonados, miedo a
que nos hagan daño, miedo a hacer daño, miedo a depender, miedo a perder, miedo
a no ser aceptados, miedo al futuro, miedo a lo desconocido, miedo a lo que no
podemos controlar.
¿El
peor miedo?, el miedo al miedo (que nos hace entrar en una rueda que no deja de
girar).
¿El
más curioso?, el miedo a ganar.
Y una pregunta sobre el miedo… Si en
nuestro interior existe un enorme mundo; en nosotros, incalculables poderes; si
existe un mundo más allá de lo que conocemos, otras dimensiones; si el océano es mucho mayor que la orilla en la que estamos jugando
con la arena, como si fuésemos niños; todos esos miedos a lo
desconocido, a lo que no podemos controlar, a lo que no podemos entender, a
ganar, al miedo… ¿no estarán haciéndonos perder el verdadero sentido de la
vida, la verdadera realidad, nuestra esencia, y el viaje a nuestro confortable
hogar?
Para
muestra, un botón. Esta frase deja bien a las claras la relación que tiene el
miedo con las luchas entre las distintas clases sociales: “Los de arriba tienen
miedo a que el suelo se hunda bajo sus pies y los de abajo tienen miedo a
que el techo se les caiga encima”.
Después de tratar un tema que puede
resultar algo duro, me gustaría acabar con una nota de esperanza y color. Una
prueba de cómo es bendecida la vida cuando logramos dejar de lado nuestra
individualidad mal entendida: “ A lo largo de nuestras vidas, hay un momento muy
especial en que logramos experimentar de alguna manera la belleza, la armonía y
la paz, que se alcanza cuando dejamos nuestro ego de lado y aceptamos perder
nuestra individualidad para formar un todo. Esto se da cuando encontramos a
alguien especial y nos unimos a él con el fin de vivir una vida común, marcada
por buscar lo mejor, no para nosotros mismos, sino para los dos. Es entonces
cuando sentimos que podemos, juntos, conquistar el mundo”.
Daniel
Sotellino
Muy interasante y muy cierto...Una Gran lección!!!
ResponderEliminarGracias por compartirlo
Es curioso. Lo tuve que leer hace año y medio, sin embargo no caló como lo ha hecho ahora. Un gran aporte, sí señor.
ResponderEliminarGracias