A los humamos no les
faltan recursos en el plano físico, pero es en el plano psíquico donde les son dadas
las mayores posibilidades. Raramente son conscientes de ellas porque, sin
haberse ejercitado, no saben cómo utilizarlas. Por esto, al menor inconveniente
enloquecen o se lamentan; jamás se preguntan si en su pensamiento, en su
espíritu hay elementos susceptibles de remediar. Al contrario, se ponen a
correr; se irritan, toman pastillas... o cogen las armas. Pero ¿cómo solucionar
sus asuntos cuando se ha perdido todo control
sobre sí mismo?
El espiritualista es
aquel que ha comprendido que, en circunstancias difíciles, el espíritu es la
única fuerza verdadera. Comienza pues concentrándose, recogiéndose, uniéndose
al mundo invisible para recibir la luz; sabe que es ella la que le inspirará la
mejor conducta a seguir; los mejores métodos a emplear. Por esto, algún tiempo
después, se le ve decidido, calmado, dueño de la situación. Puede buscar después
ayudas materiales, pero donde primero busca es en su interior.
Omraam Mikhäel
Aïvanhov, “Pensamientos cotidianos”
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